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Fuera de control
Relatos de Pharodie -13. Ejercicio de Narrativa I. El tema era "Usar un punto de giro". (2020)
Por Frandalf Publicado en Curso Narrativa I, Fantasía, Relatos de Pharodie, Revisado en 2 de agosto de 2020 0 Comentarios 7 min lectura
Susurros desde el Velo Anterior Gnomicidio Siguiente

Para leer este relato es necesario leer «Relatos de Pharodie» desde el principio, pues los relatos están encadenados y se autoreferencian unos a otros

Suka andaba nerviosa de un lado a otro de la habitación. La noche agonizaba y ninguno de aquellos imbéciles se había dignado a aparecer.

—Los hermanos Mon son los mejores fuera del gremio —rezongó, imitando el cargante tono de Monzae —. Ya se nota.  Cuestión de un par de horas. ¡Y una mierda! Panda de inútiles…

La mujer volvió a asomarse a la ventana por enésima vez. El cielo en el este empezaba a clarear, lo que llevó su impaciencia al límite de lo permisible. Apretó tanto los puños que las uñas mordieron su carne.

No sabía si volvería a tener una oportunidad como la que se había presentado aquella noche. Por un lado, y según su informante, el Gremio de Hojas se había reunido al completo en algún lugar secreto para tratar el tema de la guerra en ciernes con el Gremio de Rosas. Por otro, hacía días que nadie veía al monstruo con piel élfica que a veces acompañaba a aquel maldito bastardo. Así que, si quería vengar a su hermano, aquella noche parecía ser su mejor oportunidad, pues hacía meses que Chirrido no era tan vulnerable.

—Maldito hijo de puta con suerte —masculló, apretando los dientes —. Si no fuese por la protección del Gremio y de esa zorra…

Ojalá Elec estuviese con ella. Él sabría qué hacer. Pero su hermano se pudría en la cárcel por culpa de esa rata.  Si tan solo pudiese…

El ruido de la puerta la sobresaltó. Por ella entraron, jadeantes, tres de los cuatro hermanos Mon.

—¿Qué demonios ha pasado? —exclamó Suka sin más —. ¿Está muerto ese malnacido?

Los hermanos no respondieron al momento, intentaban recuperar el aliento. Mientras lo hacían, el cuarto hermano se dignó a aparecer por la puerta.

—La cosa se ha… complicado —respondió Grey, el mayor de todos.

—¿Qué mierdas quiere decir eso?

—La verdad, no lo sé. No sé qué mierda ha pasado. El plan era perfecto, no sé cómo ha podido ir tan mal.

Suka se impacientó.

—Explícate de una puta vez.

—Nos separamos y rodeamos la casa, tal y como acordamos. Esperamos un rato, vigilando cada uno los alrededores. Por mi parte, cuando vi que no había peligro, silbé la señal acordada. Tuve respuesta de Agu y de Rasho, pero no recibimos la de Tento. ¿Se puede saber qué coño te pasó? —dijo, encarándose a su hermano—. Esperamos y esperamos y al final nos tuvimos que lanzar al ataque a ciegas.

—¿Que qué me pasó? —exclamó Tento, que aún intentaba recuperar el aliento —¡Un puto gato! Eso me pasó.

Los hermanos y la mujer lo miraron con estupor.

—¿Un gato? ¿Te has vuelto loco?

—No, joder. Estaba en mi puesto, esperando y vigilando, ¿vale? Escuché vuestros avisos y, cuando fui a responder, se me plantó un puto gato al lado y… me habló.

—¿Qué?

—«Yo que tú no lo haría», me dijo. No me miréis así, que no me he vuelto loco. Me quedé tan sorprendido como vosotros, pero os juro que fue así. De hecho, juraría que era el mismo puto gato que estaba en la ventana cuando estábamos aquí haciendo planes. Os dije que no me gustaba ese…

—Ha perdido la cabeza… —respondió Agu, apenado.

—A ti te querría haber visto en esa cornisa. La cuestión es que, tras unos segundos de pasmo, hice lo único que podía hacer, creo yo: saqué el cuchillo e intenté trincharlo. Pero el muy cabrón me saltó a la cara. Mirad los putos zarpazos que tengo en el cuello y volved a decirme que he perdido la cabeza —dijo, enseñando unas hinchadas marcas —. Cuando me lo quité de encima me quise unir a vosotros, pero viendo la que se había liado seguí tus instrucciones —dijo clavando un dedo en el pecho de su hermano mayor —y me vine al punto de encuentro.

—¿A qué se refiere? ¿Qué pasó?

—No sé a los demás, pero sé qué me pasó a mí —intervino entonces Grey —. Mi posición era la que daba a la puerta de la casa. En casi una hora no había pasado nadie por la calle, ni parecía haber movimiento en la casa. Así que me acerqué en silencio, y no había empezado a forzar la cerradura cuando la puerta se abrió de golpe. Agarré el cuchillo con rapidez, dispuesto a cumplir el trabajo, pero no fue Chirrido quien apareció, sino tres encapuchados.

—¿Y quién se supone que eran? No debería haber nadie del Gremio de Hojas.

—¡Y no lo eran! Resultaron ser tres miembros de la puta guardia. La teniente Olivie y dos más, pero la muy puta se bastaba sola para mantenerme a raya. No sé qué hacían en casa de Chirrido, pero casi me cuesta la vida. Escapé de milagro, y eso que nos aseguraste que hoy estaría desprotegido —recriminó a la mujer.

—No tengo ningún control sobre la guardia. Y creo que fui más que generosa con el anticipo y con lo prometido al acabar como para que cualquier contratiempo no hubiese sido obstáculo para terminar el trabajo.

—¿La guardia? Joder, te lo hubiese cambiado por lo mío —intervino entonces Agu —. Mi puesto estaba frente a una ventana lateral. Había luces dentro de la casa, lo cual es habitual porque esa rata no tiene una hora de sueño muy regular. Como fuere, me acerqué a la ventana de una de las habitaciones, que estaba a oscuras. Forcé el cierre y me colé, y bien no había terminado de entrar cuando noté que había alguien más en la habitación.

—¿Quién? Dejaos de dramatismo y hablar claro, hostias —rezongó la mujer.

—¿Recuerdas cuando dijiste que la elfa no estaba con él? Bueno, pues te equivocabas. Al igual que cuando dijiste que estaba desprotegido. Sólo faltaba el puto Comerciante de Muerte en la puñetera casa.

—Joder, la cambiaformas… —susurró Grey, pálido —. Joder.

—Sí, joder. Imagina que entras en una habitación oscura y de repente oyes «Has cometido un error, digo amanezante». Me cagué vivo, no os voy a mentir. Sé de lo que es capaz ese monstruo, así que, tal como entré, salí. Pero más rápido, claro. Porque a mi espalda la voz se convirtió en gruñido y los pasos de pies en arañazos de garras. Así que bajé al suelo tan rápido como pude y corrí como si me siguiesen todos los demonios del infierno. Y ahí fue cuando me encontré con Grey y Rasho intentando mantener a raya a tres desconocidos que, menuda sorpresa, resulta que eran de la guardia. Si no me hubiese unido les habrían detenido, si no matado, allí mismo. Pero cuando se unió aquella bestia —añadió, reprimiendo un escalofrío —, tuvimos que poner tierra de por medio. Casi nos haces matar, maldita hija de…

—Una palabra más —susurró la mujer, roja de rabia —. Solo una palabra más y te…

—¿Y a ti qué te pasó, Rasho? —preguntó Grey, intentando calmar los ánimos —. Lo último que vi es que te perseguía ese maldito monstruo. Temí que no lo contases, la verdad; ha sido un alivio haberte visto entrar por la puerta.

Rasho suspiró y se acercó a ellos.

—Posiblemente, mi historia no acabe de gustaros, explico mientras me acerco amenazadoramente.

Pharodie


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