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Gnomicidio
Relatos de Pharodie - 12. Ejercicio de Narrativa I. El tema era "La resolución de un crimen". (2020)
Por Frandalf Publicado en Curso Narrativa I, Fantasía, Relatos de Pharodie, Revisado en 2 de agosto de 2020 0 Comentarios 7 min lectura
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Para leer este relato es necesario leer «Relatos de Pharodie» desde el principio, pues los relatos están encadenados y se autoreferencian unos a otros

El último en llegar fue el enano. El carpintero entró rezongando, seguido de cerca por su joven aprendiz humano, que parecía intimidado bajo las miradas del resto de los presentes.

—Le esperábamos hace media hora, maese Naglaumir.

—Y dé gracias a que he venido, teniente —respondió aquel, malhumorado—. Ya dejé bien claro que no tenía nada que ver con el asesinato, que tenía cuajada.

—Coartada, señor enano. Pero las coartadas también pueden falsearse y le hubiese hecho un flaco favor el no presentarse.

—Tengo trabajo acumulado, ¿sabe? Además, me parece de un mal gusto terrible hacer que nos reunamos en el salón de la pobre Laudia.

—Estoy de acuerdo —intervino Bilfan. El gnomo miraba con desagrado la forma menuda dibujada con tiza en el suelo, unos metros más allá—. Le están faltando el respeto a mi fami… a mi hermana.

—¿Por qué te corriges? —preguntó entonces Kaswin, señalando a Bilfan con un dedo acusador—. A tu familia, dilo con todas las letras. ¡Te importaba un pimiento tu hermana!

—¿Cómo te atreves? ¡A mí me hablas de usted, gnomo de tres al cuarto! ¡Eres tan don nadie que hasta mi hermana te mandó a paseo!

—¡Basta! —ordenó Olivie, haciéndoles callar—. Puede que sea de mal gusto, pero ante la falta de una ciencia que nos ayude a esclarecer los crímenes sin error, traer a los sospechosos al lugar del asesinato suele ayudar a encontrar al culpable.

—No veo cómo, teniente.

—¿No? Quizás deberíais fijaros mejor. Tenemos aquí al hermano y al exnovio de la víctima, que parecen más afectados por su orgullo herido que por la falta de un ser querido, y más aun estando a escasos metros del lugar de su muerte. ¿No es para tenerlo en cuenta?

—Puede que no guardase afecto por mi hermana, pero eso no significa que…

—Si no me hubieseis interrogado por la muerte de esos hombres en el puerto no se hubiese enterado todavía de que soy un gnomo-lobo. Iba a decírselo más adelante y…

—Y usted, señor enano —continuó Olivie ignorando a los gnomos— tampoco parece muy compungido. Sí, ya sé que no tenía ningún lazo afectivo con ella —añadió adelantándose a la réplica del carpintero—, y que le debía dinero por el mobiliario, pero cualquier persona normal sentiría lástima, al menos, por alguien conocido, aunque fuese un cliente moroso. O al menos preocupación, sobre todo por el tema de los muebles mutilados. No deja de ser llamativo que alguien cortase todas las patas hasta dejarlos a la altura de un gnomo. Aún hay serrín por todas partes.

—No tuve nada que ver con eso. Le entregué unos muebles de tamaño humano tal y como pidió. Jamás me rebajaría a destrozar unos muebles por una deuda.

Tamaño humano —bufó Bilfan—. Luego se extrañaba que le diésemos la espalda. ¿Quién se enamoraría del estilo de vida de semejantes criaturas? Sin ofender.

—No hay ofensa —respondió Olivie—. Como sea, tengo la certeza de que uno de los presentes mató a Laudia. Y averiguaremos quién fue.

La teniente se volvió hacia sus hombres, que esperaban pacientemente pegados a las paredes. Dos de ellos eran los novatos, Merín y Dion; tenía interés por ver cómo sacarían esto adelante. Los otros dos eran los veteranos Warhim y Sinver, a su servicio desde que la nombraron teniente.

—Decidme, ¿quién creéis que fue y por qué?

—Creo que fue su hermano —respondió Merín, adelantándose—. Está claro que despreciaba a su hermana por sus gustos. Posiblemente él cortó las patas a los muebles.

—Claro que la despreciaba. ¿Qué clase de gnomo deja de vivir en una casa-cueva para comprar una casa humana? ¡Con muebles humanos! ¡Tenía que escalar para subirse a una silla! Pero era mi hermana y nos bastaba con el desprecio. Su muerte solo trae más infamia sobre nuestro apellido. ¡Y ni siquiera sé por dónde coger un serrucho!

—Apuesto por su exnovio, Kaswin —dijo Sinver, de repente. El elfo se adelantó, mirando a los sospechosos con desprecio. Olivie le atravesó con la mirada. Esperaba que les diese margen a los novatos, pero siempre andaba deseando destacar —. Le dejó cuando descubrió que era un… gnomo-lobo —dijo, arrugando la nariz—, y este no se lo tomó bien.

—¿Cómo se atreve? —gritó el gnomo, furioso —. ¡Jamás le hubiese hecho daño! ¡Estaba enamorado de ella! No le dije nada por no asustarla. ¡Planeaba hacerlo! Pero tuvisteis que retenerme para interrogarme cuando claramente yo no pude matar a esos tipos porque no había luna llena. ¡Y ahora me volvéis a acusar! ¡Racistas! ¡Gnomófobos!

—Sólo hacemos nuestro trabajo, señor Kaswin —respondió la teniente con firmeza—. Entonces y ahora. ¿Alguien más tiene alguna idea?

—Es obvio que fue el enano —dijo entonces el otro veterano—. ¿Quién si no iba a cortar las patas de los muebles? Ante la deuda por los mismos, entró en la casa, cortó todas las patas para que los muebles dejasen de ser humanos y la gnoma le sorprendió. Forcejearon, cogió una de las patas serradas de la mesa y le atizó con ella. Y ya sabemos el resto.

—Soy el mejor artesano de la madera del sur de Pharodie—respondió el enano con calma—. No iba a rebajarme a destrozar mis propios muebles por una deuda tan ridícula. El Gremio de Artesanos ya estaba tomando cartas en el asunto e iba a reclamar la deuda de forma legal. Tenía todas las de ganar si me limitaba a esperar. Una vez aclarado esto, no pienso consentir otra acusación sobre mi persona.

—¿Qué piensas tú, Dion? —preguntó la teniente tras unos instantes de tensión.

El novato había estado examinando las patas cortadas de los muebles. De los nuevos, Dion era el que tenía mejor madera para ser un miembro sobresaliente de la guardia. Vas por buen camino, pensó Olivie.

—Creo que fue el carpintero.

—¡Ya he dicho que no iba a consentir…!

—Oh, no creo que fuese usted, maese Naglaumir —le cortó Dion con timidez —. Creo que fue su ayudante.

—¿Yo? —respondió el muchacho, con voz de pito.

—Eso es una tontería, joven. ¿Por qué iba a hacerlo? —añadió el enano, con el ceño fruncido.

—Está claro que los cortes están hechos por alguien que sabía lo que se hacía —continuó diciendo Dion —. Y creo… que lo hizo por amor. Creo que quería que Laudia se sintiese como una humana, así que acortó los muebles para que, por un instante, se sintiese como tal. Posiblemente la esperase aquí, esperando una reacción positiva. Pero en cambio se enfadó y se enfrentó a él. Como dijo Warhim, es probable que forcejearan y le diera en la cabeza con la pata cortada de la mesa.

—¿Mark? —preguntó el carpintero, mirando a su pálido ayudante con sorpresa.

—Yo… yo no quería que… ¡Yo la amaba! ¡Desde que la vi por primera vez! Tan pequeña, tan bella… ¡Ella quería ser humana, así que yo… yo…!

—Detenedle —ordenó Olivie, con un suspiro.

 Podría haber terminado con todo esto desde el primer momento, pero nunca era un mal momento para poner a prueba a sus hombres, nuevos o no. Al final haremos un buen guardia de este exborrachín, pensó con una sonrisa.

Pharodie


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